viernes, 16 de abril de 2010

La máscara del adivino

Estas semana estuve sumergido en esos lugares donde la lectura ya no ingresa como tal. Es como salta del trampolín, mejor dicho, el momento en que entrás al agua, el momento del splash!!!, con los ojos cerrados. En ese momento, no ves nada, pero sentís todo el acontecimiento del chapuzón. Bueno, preguntarse por cierto esoterismo en un texto de hace más de dos siglos, tiene algo de eso. Aquí va algo de lo que se supone será un trabajo final (uno de los últimos antes de recibirme).


El Banquete demuestra la versatilidad compositiva de Platón, pero, lejos de ser un mero artificio sofista, ensaya una reflexión compleja al situar distintas perspectivas para un mismo tema: el éros. Mientras que la crítica identifica un tipo de género discursivo a cada uno de los siete encomios , también se hace mención al carácter tragicómico de la composición del diálogo platónico . En las “lagunas” entre encomio y encomio, se manifiestan no sólo estrategias que dramatizan la reflexión filosófica, sino también elementos cohesivos del texto total y resonancias a los discursos particulares. El presente trabajo partirá de la complementación de las lagunas con los encomios, tomando como punto de partida el siguiente fragmento (206c): μαντείας, ἦν δ᾽ ἐγώ, δεῖται ὅτι ποτε λέγεις, καὶ οὐ μανθάνω, “Adivino —dije yo— hay que ser para comprender lo que dices. Pues no entiendo”. Aunque menor esta referencia a la mántica –incluso puede tomarse casi como una respuesta fosilizada–, no debe prescindirse del contexto primero, el encomio de Sócrates, que retoma un diálogo con Diotima. Ni en el contexto total del Banquete, si se trata de un texto filosófico de carácter dramático, debe omitirse el microrelato en el rapto que Sócrates sufre en el umbral, cuyo retraso Agatón se lo atribuye a la captación de la sabiduría (175d). El carácter proléptico del Banquete también establece un vínculo entre el encomio de Sócrates y uno anterior, el de Erixímaco, que define a la mantiké como la comunicación recíproca entre los dioses y los hombres (188b-c). En este pasaje dedicado a las distintas disciplinas también se especifica la tarea de la mántica como “una artesana de la amistad entre dioses y hombres por conocer las conductas amorosas humanas que tienden a la legalidad divina y al culto” (188d) . Esta definición, cercana al daimon de la erótica, en tanto vehículo al conocimiento, devela que la adivinación, siendo un género lingüístico como los otros, bien no está representada en el Banquete por uno de los encomios, bien, de estarlo, cabe la pregunta de si el discurso de Sócrates tiene carácter mántico, o bien, de excluirse estas posibilidades, si el retraso de Sócrates no es un recurso teatral para representar el rapto mántico. Este interrogante renovaría la distinción de siete encomios como manifestaciones de géneros discursivos, puesto que se podría plantear otro nivel de diferenciación. En este punto, cabría la distinción de prácticas discursivas entre aquélla que reúne los géneros de la retórica, la filosofía y el drama, cuya producción se limitaría a un plano humano, y aquélla de la mántica, que estaría vinculada con una práctica ritual y tendría una dimensión religiosa . Este escrito, entonces, se centrará en las escasas menciones a la mántica y intentará insertarla, tanto como género discursivo o como práctica, en la armazón de El Banquete.

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