sábado, 8 de mayo de 2010

10 pe.

En todos los puestos de diarios ya está el Martín Fierro (edición Bicentenario del Diario Crítica). 10 pe. para la mochila del niño proletario, para el changuito de la abuela.

Agradezco al amigo Hernán M. que me invitó a escribir un breve prólogo (no me dieron más lugar, temían mi grandísima tesis sobre el MF). Asterisco: Esperemos que el diario Crítica pague a sus empleados.


Prólogo


Porque yo penando vivo, vine a este mundo a cantar y cantando me han de enterrar. A estas frases de Martín Fierro podríamos agregar el de perdurar siendo leído. Resumirían el devenir del héroe creado por José Hernández en una pieza de hotel allá por 1872. Desde El Gaucho Martín Fierro, el cantor tuvo un andar mítico por la cultura argentina. No sólo la venta de miles de ejemplares fue inusual para su época, sino que también en La vuelta de Martín Fierro (1879) el gaucho ya se sabía libro. En el prólogo a esta segunda parte, el escritor, que le pidió protección a su amigo Zoilo Miguens para el “pobre” primer Martín Fierro, ahora se dirige a los lectores reivindicando la moral gaucha. Asume la relevancia de su creación y, sin estimar la repercusión para las generaciones futuras, renueva el debate sobre la identidad argentina. Mimetizándose con la carrera política y periodística de Hernández, Martín Fierro dice de su cantar que no es divertimento. Él canta opinando. Así, recorriendo las pulperías pampeanas, este gaucho convierte su voz en tribuna.

Trae liciones el tiempo con sus mudanzas. Martín Fierro es llevado a la frontera por la ley y, al regresar, no encuentra ni su rancho ni a su familia. Todo es pérdida. En La Vuelta, en cambio, recupera a sus hijos y les hereda su saber. Al despedirse, convinieron “mudar” de nombre. En ese momento, Martín Fierro deja el personaje y pasa a vivir en esa polémica de lo argentino. Ingresa al panteón de los héroes patrios sin realizar grandes campañas ni gobernar ningún territorio, sino reflejando las penas de una población sin representación. Por ello, antes y después 1910, fue tomado como bandera, tanto por la revista anarquista de Ghiraldo como por aquélla en la que participaron Borges y Marechal. Mientras Rojas promovía su canonización como poema nacional, para Lugones formaba el espíritu argentino. En el Bicentenario, su lectura nos remite a los debates de su publicación y a las reflexiones posteriores. Si Martín Fierro sigue refundando lo argentino en la actualidad, es porque aún quedan penas por denunciar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario