jueves, 28 de octubre de 2010

Es para vos

Lo escribí hace un rato ya. Desestimo alguna apreciaciones. Pero guardo un mismo pensamiento. Podemos unirnos sin los Kirchners. Es hora de ser kirchneristas sin ellos.

Crítica al prejuicio puro

Blanca Nieves y el prejuicio

No recuerdo el cuento de Blanca Nieves. Sólo recuerdo que el espejo hablaba. Y que no podía mentir. Que la vieja era fea, y el espejo le decía fea. Y quién es la más linda: Blanca Nieves. El prejuicio no es un espejo. El espejo, usado en estos tiempos, en más de una casa de clase media, te devuelve un prejuicio que no se reconoce. Convengamos, en principio, que están los que apoyan este gobierno y los que no. Y en el medio, en ese espejo que dice la verdad pero en el que no se asume como tal el sujeto en cuestión, la clase media progre (entre comillas) que no apoya al gobierno. Aquí, no me preocupa tanto los que defenestran al gobierno ni los que son fervientes creyentes. Eso es claro y responde a condiciones históricas y simbólicas reconocibles. Quiero hablar, más bien, de esos que estamos frente al espejo y que, para lo lindo y para lo feo, tenemos que decirnos lo que somos, sincerarnos con lo que creemos para esta patria. De esta clase media depende el futuro del proyecto oficialista. Y como no me excluyo de este umbral, veo en otros contemporáneos la misma duda, el mismo prejuicio, que creo haber dejado atrás. Hace ruido, como quien dice, que alguien que se la da de progre no defienda a este gobierno. También suena raro que se nieguen a apoyar este proyecto, sirviéndose de conceptos de institucionalidad, de anticorrupción, de coherencia, de ir por los márgenes constitucionales, de las “formas”, de los tonos, y varias calificaciones que solamente responden a una estética, a un gusto, y como tal remite a una legitimidad simbólica de clase. Y si es de legitimidad de lo que se habla, solamente será de quienes mandan simbólicamente (y no se trata precisamente de este gobierno). Cada vez son más los conceptos que se crean para no aceptar que esos ideales semirealizados, estos cambios leves en algunos casos, históricos en otros, son lo que siempre defendieron de chamuyo, de café. También habrán derramado alguna lágrima ante la injusticia de este mundo, por algún ideal así y ahora no lo quieren aceptar. Se van de mochila a Perú, admiran a Evo, sueñan con el Che. Pero no. Las formas, la coherencia, no sé qué macanas. Ni qué hablar de quiénes siguen defendiendo escuelas económicas que poco se ajustan a la cosa cotidiana y prefieren ser ejemplos de manual que realidades sociales. Pero, si se pararan frente al espejo , ¿serían capaces de sacarse el prejuicio que disfraza todo de formas e institucionalidad? O, por lo menos, ¿se sincerarían con sus intereses dominados por la clase dominante y que, en lugar de soñar con un nuevo orden, sueñan con countries, 4x4 y celulares a todo trapo? Es hora, es el momento. A quienes alguna vez se les puso la piel de gallina con una leve ilusión de mundo más justo, acá está. No es el mundo perfecto, pero hay que prestar atención por donde corre el río. Porque si hacen fuerza para el otro lado, cambia la corriente y hay que remar en contra.

Contrarreforma del prejuicio

Aquí la cuestión es otra. No es el sujeto, que lejos de responder a una identidad individual, recoge el guante de argumentos, aunque bien fundados, no pasan por el tamizado, sino que son reproducidos cual vector. No se trata de defender al gobierno, ni a Cristina ni a Néstor. Ellos son meros marionetas de un “grupo”, “sector”, como se llame, que poco se sentía identificado con las ideas y tipos de carismas que venían existiendo en la política pos dictadura. Cristina y Néstor no son nada. Al que se adormece en su prejuicio de clase, hay que invitarlo a creer que ni Cristina ni Néstor son los protagonistas de estos cambios. Ellos, cual políticos de natura, redescubrieron, despertaron e, incluso, parieron (esto sí es mérito “también” de ellos) un sector, una ideas, unas prácticas que habían desaparecido. Por eso, ellos no son líderes, sino que nosotros, los que apoyamos este proyecto, lideramos estos cambios. Cada vez que el gobierno estuvo casi en la lona, recurrió a lo que muchos esperábamos, tocó ese lugar en el corazón que estaba desilusionado. Ese corazón que veía en otros países, líderes comprometidos con sangre y lágrima en los ojos (Lula, Evo). Cuando estuvo para el KO, dijo “bueno, ellos nos votaron, para ellos laburamos, los otros nos cagaron”. Por eso no son santos de mi devoción. Pero si el fin es bueno y justo, poco importa su pasado. Y entonces dijeron basta de monopolio mediático, fútbol para todos, memoria, asignación universal. Aunque el prejuicio retumbe que son antidemocrácticos, es difícil imaginar el conflicto de la 125 como tal, cuya resolución no fue favorable para el gobierno, pero que abrió un debate público pleno de democracia. El prejuicio tira sobre la mesa las formas. Qué formas? La retórica diplomática es para estados con más justicia que este. Cómo vas a tratar al empresariado local, a los medios, a los campos (no todos, obviamente), que realmente proponen una situación de crisis constante. A alguien le queda alguna duda de que la inflación tiene un elemento muy codicioso detrás? Ni que hablar del prejuicio de la inconstitucionalidad. Es cierto, este gobierno va por los márgenes. Pero nunca pateó por afuera. Y ese acto de casi inconstitucionalidad nos lleva a otra pregunta. Posiblemente, supere las expectativas del gobierno, incluso. Rozar lo constitucional no necesariamente es algo antidemocrático. No siempre tiene que ver con una dictadura. Anti constitucional puede significar huir de esa lógica binaria de democracia-dictadura e insertarse en otra dimensión que tiene más que ver con una nueva justicia, un nuevo orden. Rozar lo constitucional expone las condiciones históricas de un modelo constitutivo del Estado y la sociedad que ya parece caduco. Eso también lo muestra otra discusión que este gobierno, a su pesar, sostiene con la oposición y los medios. Cómo mierda funciona este congreso, cómo mierda funciona la justicia (con minúscula). Este cambio es más esencial. Cuando nos quejábamos del que “cambia todo para no cambiar nada”, acá lo tenemos. Los Kirchners, quizás, no evalúan la dimensión de la transformación que están gestando. Eso los hace más humanos. Eso nos invita a una participación, a dejar de joder con el prejuicio, viejo. Ellos abrieron un camino, que ni ellos habían pensado en 2003, lo sabemos. Por eso, el prejuicio contra ellos, hay que dejarlo de lado, porque, pese a lo bueno, sabemos que no son tan distintos a los otros. Por eso, no son todos laureles. Pero nosotros, sin prejuicio, debemos aprovechar esta puja entre poderosos para sacar provecho de nuestro propio provecho. Debemos perseguir eso que bien hace, que es mucho, desestimar lo malo, que también es mucho, pero siempre desde el apoyo. De su lucha nos conviene ser botines. Porque, si no, es una fuerza que perdemos. Señalar lo malo, no es atacar a los Kirchners. Enfatizar esos errores, es no superar el prejuicio y apedrear las alas de los que poco tenemos y mucho soñamos. Hay que estar atentos para que no se pasen de la raya. Sí. Pero ahora, por necesidad, están con nosotros y entonces no hay que poner la desconfianza en el primer saludo. Hay que abrazar estas pequeñas justicias y grandes victorias y vigilar que la oportunidad de los hechos no es tanto de ellos, sino de nosotros cuando dejemos el prejuicio atrás y asumamos nuestra participación sin peros.

2 comentarios:

  1. como dirían mis amigos más k: "no es momento para tibios", besos a la distancia Tom, la jefa.

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