sábado, 11 de junio de 2011

El silencio

El silencio de Casandra puede pensarse en oposición al lógos o como complemento del discurso mántico. En cualquiera de los dos casos, la interpretación necesita superar las palabras que no dice Casandra para comprenderlas a partir del funcionamiento de la obra, en especial de la escena que comparte con Clitemnestra. El silencio de Casandra se niega al diálogo con Clitemnestra, quien en Agamenón se muestra como un personaje que maneja y manipula la palabra. Ese silencio elude la actitud tiránica de Clitemnestra y le hace creer que Casandra no comprende la lengua griega (A.A.1050-1052). Esta resistencia dará lugar a la posterior revelación de la profetisa cuando irrumpa con su discurso verdadero y mántico en un palacio dominado por la manipulación informativa y la censura. Este lógos revelador, en prospectiva, es la base que habilitará el otro lógos ateniense y ciudadano de Euménides. Es decir, el silencio de Casandra genera las condiciones para que aparezca “la verdad” al no habilitar las maniobras discursivas de Clitemnestra. Ello conducirá, a la postre, al establecimiento de un diálogo ciudadano que derroque el poder tiránico. Podría concluirse, entonces, que el dispositivo de enunciación de Casandra mentado por Esquilo envuelve varias características sostenidas tanto desde la construcción dramática como desde la tradición a la que remite, y que ellas incluyen al silencio como un elemento “a-significante” significativo, estrategia escénica de la que, como fue mencionado, en el corpus trágico conservado no quedan tantos registros.

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